lunes, 16 de agosto de 2010

FELICIDAD NACIONAL


Marcelo Duque D.

Son las siete de la tarde bajo la capa invernal santiaguina. El aire funesto, los inmuebles grises que se alzan, y los buses-gusanos que mueven a las pobres caras de zombis, todo eso, me hace recordar ciertos paisajes muy "modernos"; mosaico entre Matrix, el 1984 de Orwell, y El Hombre de multitud de E. A. Poe. Frente al plato servido cabe dos opciones: o nos tragamos la mierda o lo lanzamos - la mierda, el plato, los cubiertos, y el local entero - con fuerza en la cara del dueño. Ese es nuestro dilema.

De pronto es chocante saber que entre 6 países sudamericanos Chile es el penúltimo en un sondeo de felicidad (según un estudio por Cimagroup, 2006). Está claro que influye el clima y nuestra cultura de sureños latinoamericanos, pero es evidente que los niveles de felicidad responden a nuestra condición de ciudadanos de poca monta y de un porvenir incierto (que suena como un par diabólico).

Decir “no me interesa la política” me parce un suicidio rasca, que es lo mismo entregarse al destino de los otros (los dueños de la factoría), o comerse indignamente el platito de mierda. Creo que la “política” o mejor dicho “el motivo político” no solo se manifiesta en el campo de la conciencia, también opera en los ánimos y en los cuerpos. El enlace entre el mal estar personal y la idea de reMover las cosas colectivamente es, y ha sido históricamente, una fibra maestra de toda transformación social.

La FELICIDA NACIONAL es nuestra meta, una urgencia POLÍTICA.

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